Él encontró mi alma. La acarició con sus suaves labios, le hizo el amor cada noche.
La miró directamente a los ojos y le dijo lo que necesitaba oír.
Su presencia inundó mis pulmones, mi mente, mis sentidos.
Su sangre corría a la par que la mía. Su piel se fusionaba con mi cuerpo.
Nuestros más oscuros miedos y deseos eran desgarradoramente similares...
Desde el principio fue una historia sin pasado ni futuro.
La esperanza se ahogaba por el peso de nuestros demonios.
Fue todo tan... effimero.