viernes, 1 de febrero de 2013

Reflexiones a medianoche II

Es medianoche. Miro por la ventana y una oleada de melancolía se apodera de mí. La música no ayuda mucho, pero la luna y el sonido de la noche, menos.
Algo me oprime el pecho. Es como un agujero en el centro de mi ser. Un hueco que oculto con alegría y optimismo, pero que sigue ahí, y de vez en cuando hace acto de presencia.
Tengo miedo. Estoy asustada, y ni siquiera sé de qué.
Tal vez de pensar que mis sueños sean demasiado grandes.
Tal vez de perder el rumbo.
Tal vez de equivocarme y pasar la vida echándomelo en cara.
Tal vez de hacer daño a la gente de mi alrededor.
Tal vez de quedarme sola.
Soy como una espiral de energía, que de vez en cuando se agota y se apaga. Entonces es cuando la locura deja paso a ese miedo.
Es el momento en que necesito desahogarme, escribir tonterías, subir la música hasta que no me deje oír mis pensamientos o simplemente romper a llorar.
Es cuando se me pone la piel de gallina, me doy cuenta del frío de la sudadera mojada por el pelo que cae sobre la espalda y cuando mis ojos húmedos se pierden en la pantalla del ordenador.
Es el preciso instante en que lo daría todo por escapar.

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